21 de Noviembre de 2024

Cañones al Rahue: el día que se atacó el fuerte Reina Luisa en Chausrakawin (1990)

El 17 de octubre de 1990 ocurrió un hecho que marcó un antes y un después en Chausrakawin pero del cual hasta hoy poco se habla. Un grupo de diez personas, la mayoría mapuche-williche y de militancia rodriguista tomaron la decisión de atacar el Fuerte Reina Luisa, ubicado a orillas del Sragwe Leufu. Al amparo de la noche, se apersonaron para sabotear y subvertir este símbolo de dominación hispana y del colonialismo en general, arrojando sus tres cañones al río, tirando pintura al monolito que recuerda el Tratado de Paz de las Canoas, quemando una caseta de guardia y desapareciendo al cobijo de la madrugada. Y todo ello, en tiempos en que tenían todo en contra.

Hablamos de los 90, los tiempos de la llamada “Transición democrática”, cuando el común de la población decidió bajar los brazos para depositar su confianza en un nuevo gobierno que, a sus espaldas, ya había pactado la continuidad del orden neoliberal aún hoy vigente. Una época en la cual, frente a la cada vez mayor apatía e indiferencia, sólo un puñado de organizaciones populares y armadas decidieron darle pelea al primer gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, liderada por Patricio Aylwin, y su Guerra sucia contra todos quienes cuestionaran una coma del legado dictatorial. 

Pero también, hablamos de días marcados por un resurgimiento y fortalecimiento de las diversas organizaciones indígenas en el marco de la conmemoración de los 500 años de la llegada de Colón al Abya Yala. En todo el continente se levantaron reivindicaciones por los 500 años, y así mismo, comienza a crecer esta conciencia  respecto a las raíces propias en muchos de los mismos jóvenes y adolescentes que participaban de grupos como MAPU Lautaro, MIR o el FPMR. 

La Fütawillimapu no fue la excepción, y de hecho, fueron muchos los jóvenes combatientes que salieron de las distintas poblaciones de Osorno a combatir la hipócrita y cartucha democracia que no hizo más que afianzar el modelo político económico heredado de la dictadura y manteniendo en impunidad a violadores de los DDHH. Y aquel acto de sabotaje de 1990, no sería la primera ocasión en que le devolverían al río los cañones que por más de un siglo estuvieron sumergidos en él.

El Fuerte en julio de 1990. En el centro de la imagen, dos de los cañones que estarían en la mira. Nadie esperaba lo que iba a acontencer tres meses mas tarde en este lugar. Fuente: Osorno del Recuerdo (Facebook)

1990: La  primera visita de un monarca español a suelo chileno

El 11 de marzo de 1990, el cambio de mando entre el Tirano y Patricio Aylwin dio inicio a la Transición, la cual había sido previamente pactada en el “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia” de 1985. 

En este acuerdo, realizado a espaldas de la Resistencia popular y al amparo de la Embajada de EE.UU., los partidos que posteriormente darían origen a la Concertación y a la Alianza por Chile/Chile Vamos, acordaron celebrar un Plebiscito en 1988, a condición de que se mantuviera el Orden social construido por la Dictadura. Aquello, dio origen al Consenso neoliberal, es decir,  la mantención del legado de Pinochet, a través de la defensa de tres pilares, que son la aceptación de la Constitución de 1980, la vigencia del modelo Neoliberal, junto como la marginación y persecución de toda fuerza política crítica a este consenso.

A su vez, tras 17 años de dictadura, con Aylwin comenzaría la normalización de las relaciones diplomáticas con el resto del mundo, el cual había mantenido prácticamente aislado al país. En ese marco, el primer estado no americano en agendar una visita protocolar fue la España gobernada por Felipe Gonzalez, militante del PSOE, partido clave en la renovación neoliberal del socialismo chileno. Ésta sería realizada por el mismísimo Rey Juan Carlos I, quien en su calidad de Jefe de Estado, pisaría Santiago en octubre de 1990, en el marco de una nueva conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón al continente y el inicio de la Resistencia de las Primeras Naciones americanas al invasor. 

La Transición española era, sin duda, mirada como ejemplo y referencia por la Concertación, y en especial por el PS. No por nada, hasta medios antidictatoriales como APSI y Análisis no dudarían en calificar a los nuevos reyes católicos como “Monarcas democráticos”. Fuente: Revista Análisis, 22 al 28 de octubre de 1990.

En aquella época, a ambos lados del atlántico, el 12 de octubre era llamado “El día de la raza” o “Día de la hispanidad”, siendo hasta hoy celebrado por Madrid como su fiesta nacional. En aquellos tiempos, el Estado español venía saliendo de su propio proceso de Transición iniciado en 1978, durante el cual su unidad territorial fue puesta en cuestión por movimientos de liberación nacional tanto en Euskal Herria como en Cataluña, los cuales estaban en el climax de su praxis político-militar. De este modo, paralelo a la guerra sucia emprendida contra estos grupos, desde Madrid necesitaban urgentemente impulsar una política de unidad nacional basada en reforzar la “Hispanidad” mirando para ello, hacia tierras americanas. 

Es por ello que el rey había escogido aquella fecha para visitar Santiago, pues junto con saludar la Transición chilena, buscó conmemorar conmemorar los 498 años de la llegada de Colón a Abya Yala en esta ciudad como parte de la previa al Quinto centenario de 1992, el cual ya estaba siendo organizado en conjunto por Madrid y los estados latinoamericanos de habla hispana, entre ellos, Chile. El asunto es que, en 498 años, ningún monarca español había pisado Chile, siendo Juan Carlos de Borbón el primero en visitar Santiago.

Ante aquella situación, las organizaciones en resistencia no vacilaron en ponerse de pie, manifestando su rechazo aun con todo en contra.

El Sragwe Leufu y los cañones del Reina Luisa

En Chausrakawin, un grupo de militantes rodriguistas se planteó como objetivo central  demostrar su repudio a la visita del rey  saboteando frontalmente esta conmemoración. La mayoría de estos eran jovenes mapuche williche, provenientes de las poblaciones del sector de Rahue, los cuales comenzaron su militancia en el clímax de la Rebelión popular iniciada en 1983, y que, tras la llegada de Aylwin al poder, decidieron desde el día uno denunciar en palabra y acción la farsa que, en efecto, terminó siendo la Transición neoliberal.

Y, éstos en su calidad de hijos del despojo y la migración, llegaron a la conclusión más lógica al respecto: Había que sabotear esta celebración en la atacando uno de los símbolos históricos de la presencia española las Fütawillimapu,  el Fuerte Reina Luisa.

Este era el estado del Fuerte Reina Luisa en 1988, a fines de la Dictadura. Fuente: Osorno del Recuerdo (Instagram)

Éste se encuentra ubicado dentro de la zona urbana de Osorno, entre el Sragwe Leufu y el antiguo Puente San Pedro. En estricto rigor, es la esquina central de las tres que tenía la fortificación original construida en 1793, tras el Parlamento de las Canoas, el cual conllevó, entre otras consecuencias, la refundación como enclave, de la Villa de San Mateo sobre el Chausrakawün. Abandonada a su suerte tras la retirada de los españoles en 1821, terminó de caer a manos del terremoto de 1835, el cual también derrumbó la parroquia correspondiente a la actual Catedral. Durante más de un siglo, la mayoría de sus piedras serían ocupadas para la construcción de viviendas y obras públicas.

No sería hasta 1964, con el rescate de tres cañones sumergidos en el Rahue, que volvería el interés en reconstruirlo. Así, durante la década del 60 y con apoyo de los comerciantes de origen español, la Municipalidad iniciaría su restauración para luego abandonarla y retomarla recién en 1986. Y serían precisamente estos mismos tres cañones que remecieron la memoria del conquistador, los cuales serían el objetivo señalado por las organizaciones revolucionarias de la época.

Al amparo de la noche, durante la madrugada del 17 de octubre de 1990, un comando diez personas, se apersonaron a orilla del Sragwe para sabotear y subvertir este símbolo de dominación hispana y del colonialismo en general. En sigilo, procedieron a arrojar los cañones al río y devolverlos a donde permanecieron sumergidos por más de un siglo. Posteriormente, taparon completamente con pintura el monolito ubicado al costado, el cual recuerda la historia de su construcción, así como el Tratado de Paz de las Canoas, para luego quemar una caseta de guardia, desapareciendo al cobijo de la madrugada. Al amanecer, los poderosos de la ciudad se encontraron con una inesperada sorpresa: El fuerte había sido atacado por primera vez en dos siglos. 

La prensa de la época no tardó en calificar esta acción como un ¡ATENTADO HISTÓRICO!, de esta misma manera, en mayúscula y con signos de exclamación como si fuera una irrupción en el buen tiempo de la democracia. Entendemos que justamente los actos realmente revolucionarios son los que irrumpen el tiempo convencional y que en este caso subvierte el tiempo de pacificación forzada. Y éste, sin duda fue un hecho incómodo, que le recordaba tanto a la Concertación como a la Derecha, que ni la lucha contra la herencia de la dictadura, ni la resistencia contra el invasor se habían acabado. 

A la izquierda, el fuerte en julio de 1990. A la derecha, el fuerte unos meses después, tras el acto de sabotaje

Esto explica a su vez, que también se haya atacado con pintura roja el monolito que conmemora el “Tratado de Paz de las Canoas”, firmado el 8 de septiembre de 1793. Fue precisamente en el emplazamiento de esta fortaleza donde, tras dos siglos de defensa territorial, Apo ülmen de los diferentes territorios williche pactaron la paz con los españoles y donde enterraron las armas como símbolo de aquello. A cambio de preservar la independencia de casi todo el territorio, éste permitió la entrada de las misiones, la reconstrucción del camino real -que unía por tierra Carelmapu con Valdivia- y la reconstrucción de la Villa de San Mateo de Osorno en el mismo lugar donde la habían destruido las fuerzas de los Kunkos en el alzamiento liderado por Pelontxaru hacia el 1600 y que destruyó las siete ciudades españolas que en ese tiempo existían al sur del Bio Bio.  Sin embargo, esta paz sería permanentemente transgredida, primero por los españoles, luego por chilenos y finalmente por los colonos alemanes, quienes encabezaron el proceso de ocupación y despojo en el territorio.

Inmediatamente,  los autores del ataque serían calificados de “violentistas”, palabra de uso común en el discurso de la “transición democrática” para referirse a la juventud rebelde y su acto fue calificado como un ataque “al patrimonio cultural osornino”. Más tarde, el discurso del partido del orden de este país reemplazaría la palabra violentista por “terrorista” o encapuchado. Este acto, puso en el ojo de la persecución estatal a quienes lo llevaron a cabo, llevando a muchos de estos luchadores a radicalizar sus acciones y tuvieron que enfrentar la represión -es decir, tortura, cárcel y muerte- dirigida por el Consejo de Coordinación de Seguridad Públical, la tristemente famosa “oficina”. No por nada, esta acción volvería a repetirse dos años más tarde.

La radicalización de las acciones de la militancia rodriguista y lautarista en Osorno los llevó a estar bajo la lupa de la misma CIA. En un informe de 1993 de la agencia estadounidense, entre los actos de sabotaje a nivel mundial, destacan un bombazo en una de la parroquias mormonas ubicadas en “Rahue Alto District”.

Quinto centenario, Cañonazo centenario

No fue la única vez que se atacó el fuerte Reina Luisa. Durante el año 1992, el príncipe Felipe de Asturias, el actual rey Felipe VI, visitaría Valparaíso, Santiago, Valdivia y el Lago Llanquihue con motivo de la conmemoración oficial del Quinto Centenario, organizada en conjunto por el Estado español y los estados latinoamericanos de habla hispana, entre ellos, Chile. Frente a ello, en toda Abya Yala, organizaciones de primeras naciones y afrodescendientes se prepararon con todo para boicotearla.

El actual Felipe VI de Borbón visitando los Saltos del Petrohue. Aquella fue la vez primera en que un monarca español pisaba un Wallmapu que ni Austrias ni Borbones habían podido someter en tres siglos, pero cuya subyugación había sido obra del mismo Estado chileno que, tiempo atrás, se había independizado de España. Fuente: Agencia EFE

En ese contexto, es que, en el caso chileno, comienzan a darse dos procesos en simultáneo. Teniendo como base la disputa entre la Concertación y las organizaciones que encabezaron la Resistencia armada a la Transición neoliberal, tenemos, además, el inicio del divorcio entre la centroizquierda y las organizaciones de base que le dieron apoyo para su llegada al poder. A su vez comenzaba el proceso de reidentificación mapuche con el antiguo camino de los antepasados, y cuya consecuencia fue, precisamente, el entender la necesidad de la autonomía de los colonizados para organizarse y levantarse ante el invasor.

Esto tuvo, como primera consecuencia el surgimiento de nuevas organizaciones que tomaron distancia de las que habían militado en conjunto con la Concertación durante la Resistencia a la dictadura, como lo era el caso de Ad-Mapu, de la cual surgió el Aukin Wallmapu Ngülam o el Consejo de Todas las Tierras. Al mismo tiempo, dentro de las organizaciones armadas, este proceso llevó a muchos de sus militantes a iniciar acciones de sabotaje que atacaban directamente a los intereses del colonizador, lo cual, a la larga, conllevó a que estos, a partir de 1997, dieran origen a lo que actualmente conocemos como la Franja Autonomista del pueblo nación mapuche.

Así es que, dentro de este proceso de transformación militante, serían miembros del MAPU Lautaro quienes emprenderían las acciones contra el Fuerte. El día 07 de octubre, el príncipe Felipe se dirigiría a Valdivia, pueblo de añejo pasado virreynal, para visitar el Fuerte Niebla y luego llegar al centro de la ciudad. Era la primera visita de un miembro de la familia real en cinco siglos al Wallmapu y, como no podía ocurrir de otra forma, las diversas expresiones mapuche y chilenas populares no iban a quedarse de brazos cruzados.

Así, en respuesta a esta intromisión en el territorio, durante la madrugada del día anterior, es decir el 06 de octubre de 1992, el príncipe recibiría su primer “saludo de bienvenida” en plena Fütawillimapu. En aquella madrugada, un grupo de militantes lautaristas cruzaron el antiguo vertedero de Ovejería y colocaron un artefacto explosivo en el Fuerte Reina Luisa, el cual devolvió los cañones a las aguas del rio, para luego desaparecer del lugar en medio del estruendo de las bombas. Tras dos siglos de falsa paz, el fuerte había sido atacado dos veces en menos de cinco años. Además, de nuevamente condenar el ataque, la prensa de la época destacó que en el lugar se hayan encontrado panfletos que decían “Tierra y Soberanía para el pueblo mapuche”.

Al día siguiente, el futuro rey sería recibido en Ainileufu por una marcha convocada por el Consejo de Todas las Tierras, considerada en esos tiempos, la expresión más radical al haber retomado los procesos de recuperaciones de tierras truncados por el Golpe de 1973, para protestar contra su visita. Paralelamente, en Santiago de Chile, el mismo MAPU Lautaro detonó dos bombas en la Embajada de España, terminando dos militantes detenidos por aquella acción, tras un tiroteo con la policía.

Por último, en 1999 los cañones del fuerte volverían a zambullirse en el Rahue, acción que también fue en apoyo a reivindicaciones mapuche, acción que fue repudiada por todos los sectores políticos oficiales.

Este fue el ciclo de vida de los cañones del Reina Luisa durante los años 90. Cada vez que eran devueltos al río, los poderosos de la ciudad los volvían a colocar en el fuerte, para posteriormente volver a ser arrojados. La primera foto es del sabotaje de 1990, la segunda es el mismo lugar, pero en 1998. La tercera, es el director del Museo volviendo a sacarlos luego del sabotaje de 1999.

La memoria rebelde de la Fütawillimapu

Esa noche de octubre de 1990 se realizó un primer acto de rebeldía contra el dominio colonial en un amplio sentido, contra el dominio hispano, chileno y germano, entendiendo que estas naciones han establecido su poder sobre el territorio mapuche-williche. Un acto radical que apuntó a la raíz misma de la dominación en tierras williche y, sobre todo, contra el nuevo orden político-económico impuesto en dictadura, que también es el resultado del dominio colonial.

Ya la naturaleza se había encargado de destruir el fuerte y tirar los cañones del winka al leufu durante el terremoto de 1835. Los volvieron a sacar en 1964, en un intento de reconstruir el pasado colonial osornino. Tirar los cañones al río nuevamente en 1990 por parte de jovenes rebeldes tal vez fue, a su modo, la tierra buscando de nuevo su propio equilibrio. 

En estos tiempos en que predomina una conciencia derrotista y desmoralizada respecto a lo ocurrido el 2019, es necesario recordar estos episodios en que, a pesar de todas las adversidades, de la marginalidad y el estar lejos de la centralidad santiaguina, un grupo de jóvenes fue capaz de irrumpir en la historia para hacer memoria de siglos de despojo que ningún acuerdo podrá hacer olvidar. 

Aun hoy son visibles las consecuencias de estos actos de sabotaje en el lugar. Cuando se construyó el actual Museo de sitio en 2007, la zona de los cañones fue la primera en ser enrrejada, quedando con acceso restringido y permaneciendo éstos dentro del lugar. Aun permanecen allí, apuntando hacia el Casino, esperando el día en que puedan retornar al lugar en donde descansaron por más de un siglo.
Fuente: Museo Fuerte Reina Luisa (Instagram)

Referencias. 

Entrevistas. 

Diario El Austral de Osorno. 

Chávez, Miguel Sepúlveda (2022) “Resistencia y violencia política en la postdictadura chilena: el caso de Osorno, 1990-1994”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social 19 (2022): 162-184. Disponible en: https://revistas.udea.edu.co/index.php/trashumante/article/view/348614 

Rosas Aravena, Pedro (2010). Rebeldía, subversión y prisión política. Editorial septiembre negro. disponible en: https://www.archivochile.com/carril_c/cc2012/cc2012-072.pdf

Sanchez Olivera, Victor (1948). El pasado de Osorno, la ciudad del porvenir

Peralta Vidal, Gabriel (1991). Historia Económica y Urbana de Osorno. Impresur